Me llamo Rocío y hace unos añitos que llegué a los 30. Soy madre de un bebé precioso, esposa del mejor compañero que podría tener y enfermera pediátrica entre otras cosas. Tengo la gran suerte de trabajar en un hospital materno-infantil de referencia y hacer lo que más me gusta: cuidar a niños y sus familias.
A los 11 años pase por una grave enfermedad que me obligó a estar en contacto con hospitales durante muchísimo tiempo. Cuando llegó la hora de decidir qué carrera quería estudiar sentí la necesidad de ligar todo lo vivido con mi futuro laboral. Por suerte encontré un profesor que supo ver cuáles eran mis inquietudes y me ayudo a elegir la Enfermería como mi profesión.
Llevo el arte cuidar impregnado en el ADN y eso es justamente lo que hacemos las enfermeras: cuidar. Desde que tengo memoria he visto a las mujeres de mi familia hacerlo, cuidar a sus hijos, a la familia, a los amigos, a la comunidad y yo he conseguido transformar ese legado en la pasión que me acompaña cada día en mi trabajo.
Hace relativamente poco cuando la maternidad llamaba a mi puerta descubrí que ser madre no es algo que se empieza de cero cuando tienes un hijo, sino que desde pequeñas vamos cultivando en nuestro interior esa gran labor que es dar vida y criar.
Si tuviera que definirme como persona creo que soy de las que ponen toda la carne en el asador cuando hacen algo. Me gusta creer que me definen los adjetivos con los que me describió Josep hace más de 10 años: tenaz, luchadora y sencilla.
Defectos tengo miles, cada día intento que sean más pequeños, pero son también parte de mí y con el tiempo he aprendido a quererlos.
Me apasiona viajar, descubrir nuevos lugares y culturas, leer y hacer cosas con mis propias manos. En las manualidades encuentro paz y desconexión del estrés diario. Siento debilidad por nuestra perra Puça a la que hemos criado como un miembro más de nuestra familia.