Trabajando en un hospital materno-infantil de referencia a priori puede parecer que tenía muy claro donde quería que hicieran el seguimiento de mi embarazo y naciera mi bebé, pero la verdad es que no era así.
Cuando pensaba en las visitas con el ginecólogo al saber que esperaba a Petit imaginaba que serían con un profesional de confianza. Que siempre fuera el mismo. Que conociera mi caso. Y que siempre estaríamos Josep y yo cuando me hicieran las ecografías, viéramos la silueta de nuestro bebé, su manita y sentir el latido de su corazón.
El problemas de los grandes hospitales (como en el que yo trabajo) es que son universitarios. Eso implica que hay muchos residentes haciendo la especialidad y que las consultas no las lleva un solo médico. Lo que se traduce en que a veces es difícil que el seguimiento desde el inicio hasta el final del embarazo lo haga un solo ginecólogo u obstetra.
Además como en casi todos los centros públicos las visitas se realizan por la mañana. De ese modo Josep o no venía a las visitas conmigo o tenía que pedir permiso en el trabajo (cosa que no siempre es fácil o compatible con las fechas que te dan).
La idea de que el embarazo me lo controlaran en una consulta privada me convencía. Por eso unos meses antes de empezar a buscar a Petit nos hicimos de una mutua, que incluía a una ginecóloga de nuestra confianza.
Ahora bien, cuando hablábamos del momento del parto las dudas sobre dónde dar a luz se incrementaban. No me cabía duda que el seguimiento del embarazo en la privada y la pública son muy similares. Incluso podría arriesgarme a decir que en la privada hacen algún que otro control ecográfico más. Pero en cuanto a la atención del bebé una vez ha nacido y si hay complicaciones, ahí no tengo dudas, de todas es imprescindible un hospital que disponga de UCI neonatal. Por suerte la mutua a la que nosotros pertenecíamos incluía un hospital con estas características. Así que estaba tranquila porque sabía que llegado el momento podría elegir entre dos buenos hospitales.
En nuestro caso al final acabamos haciendo un seguimiento doble. Al haber tenido que acudir al servicio de urgencias por pérdidas a las 6 semanas de gestación, me dieron visitas de control en el hospital y yo paralelamente acudí a mi ginecóloga en la privada.
Hasta la semana 20 de gestación Josep acudía conmigo a las visitas en la consulta privada y yo sola iba a las del hospital. De esta manera él no se perdió la evolución de Petit y yo me quedaba mucho más tranquila porque lo veía con mucha frecuencia.
Por complicaciones del embarazo a las 21 semanas tuve que ingresar en el hospital y ahí fue donde desaparecieron todas las dudas. No sólo sabía que estaba en el mejor centro donde nos podían tratar a Petit y a mí misma, sino que entrar por las puertas de «mi» hospital era como estar en casa. Saber en cada momento dónde me iban a llevar, por quién debía preguntar o conocer los protocolos del centro me daba mucha seguridad y tranquilidad.
A partir de ese momento y hasta el final el seguimiento lo hice únicamente desde el hospital y no volvimos a la consulta privada.
Si ahora volviera a quedarme embarazada creo que optaría por un seguimiento directamente por el hospital. Ya haríamos encajes de bolillos para cuadrar agendas y que el papá no se perdiera nada del embarazo. Pero no cambio por nada la tranquilidad de saber que no puedes estar en mejores manos.
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