En ocasiones se presentan problemas que pueden dificultar la lactancia materna aunque algunos se pueden solucionar con un buen asesoramiento y acompañamiento.
Estos problemas pueden estar relacionados con el pecho, el pezón, la postura o la boca del bebé.
Cuando tu bebé mama no deberías sentir ningún tipo de dolor; a lo sumo molestias los primeros días por la estimulación constante del pezón. El dolor es el primer síntoma de que las cosas no se están haciendo bien. A menudo la causa principal es una mala posición.
No siempre es fácil solucinar estos problemas, pero hay algunas recomendaciones que seguro te podrán ayudar y serán útiles si tienes alguno de ellos.
– Pezones invertidos:
Aunque en una primera impresión podríamos pensar que los pezones invertidos pueden impedir la instauración de la lactancia, en realidad el bebé no necesita el pezón para succionar, ya que la presión con la lengua la ejerce en la areola no en el pezón. En muchas ocasiones es el propio bebé al succionar varias horas a lo largo de los primeros días que consigue sacar el pezón hacia afuera. No se ha demostrado que el uso de pezoneras o realizar ejercicios mecánicos para sacar el pezón sean útiles para facilitar la lactancia. Con el apoyo de una comadrona o enfermera que te ayude en la colocación del bebé al pecho podrás amamantar a tu bebé, sólo necesitarás un poco de paciencia y entrenamiento.
– Grietas en el pezón:
Las grietas en el pezón son la consecuencia de una mala posición del bebé al mamar, cuando este no abre bien la boca, sólo agarra el pezón y necesita succionar con mucha frecuencia porque consigue sacar poca leche. Una vez formada la grieta la presión constante de la lengua sobre esta lo único que hace es aumentar el dolor e impedir que se cure. El único tratamiento efectivo para las grietas son que el bebé cambie la posición al mamar y acabe cogiendo una buena postura. No existe ninguna pomada que sirva para prevenir o tratar las grietas no infectadas. El uso de pezoneras tiene resultados muy variados ya que no siempre son efectivas. No se recomienda el uso de pezoneras si existe dolor en el pezón. Si las usas, se recomienda retirarlas inmediatamente una vez que se cure la grieta.
A pesar que pueda parecer diferente dar el pecho no es doloroso.
– Frenillo corto:
Algunos bebés no pueden mamar correctamente porque tienen el frenillo de la lengua demasiado corto. Cuando la lactancia resulta dolorosa o no se produce un amento de peso correcto a pesar de haber una buena postura para succionar, es importante valorar si hay un problema con el frenillo. La solución pasa por realizar una intervención muy sencilla, rápida y poco dolorosa en la que se corta el frenillo.
– Infección del pezón:
Si el dolor y las grietas persisten a pesar de haber corregido la posición en la que amamantas a tu bebé, puede ser debido a que exista una infección bacteriana del pezón. A veces además del dolor hay enrojecimiento, irritación o supuración en la zona del pezón, aunque es posible que no observes nada externamente ya que las bacterias están dentro de los conductos galactóforos. El dolor producido por una infección se inicia cuando el bebé empieza a mamar, va en aumento a medida que sigue mamando y empeora cuando finaliza la toma. El tratamiento es aplicar antibiótico tópico o tomarlo vía oral y si hay costra o pus conviene que laves el pezón varias veces al día con agua y jabón.
– Ingurgitación mamaria:
Se produce normalmente entre el segundo o tercer día después de dar a luz con la conocida subida de la leche. Cuando se inicia la producción de leche tu pecho sufre una inflamación debido a que las células secretoras se multiplican e hinchan, los vasos sanguíneos se ramifican y dilatan, y los leucocitos abandonan la sangre y se instalan en las células secretoras para fabricar las inmunoglobulinas de la leche. Si tu bebé mama con normalidad a las pocas semanas el pecho se hincha poco ante la producción de leche, pero si tu bebé no mama suficiente, la leche se acumulará y se sumará a la inflamación normal, produciendo una molesta ingurgitación. El tratamiento de la ingurgitación es sacarte leche, poner al bebé a mamar en una buena posicón con frecuencia e intentar después sacarte la leche sobrante a mano o con un sacaleches. También puedes aplicar calor antes de las tomas y frío entre toma y toma. Lo que no debes hacer nunca es vendarte los pechos o dejar de tomar agua ya que no sirve de nada y lo único que se consigue es empeorar el dolor.
– Obstrucción de un conducto:
Se produce una retención de leche en una zona muy localizada del pecho por la obstrucción de un conducto, lo que produce una reacción inflamatoria similar a la ingurgitación. El tratamiento una vez más consiste en aumentar la frecuencia con la que el bebé mama y sacar luego la leche que queda, masajear la mama y aplicar frío/calor.
– Mastitis:
La mastitis es la infección de la glándula mamaria, producida por una obstrucción de un conducto que no se ha tratado a tiempo. Suele cursar con fiebre y un intenso malestar. El tratamiento consiste en la administración de antibiótico vía oral y continuar dando el pecho. Si el bebé rechaza el pecho enfermo (durante la mastitis la cantidad de sodio en la leche aumenta y esto hace que su sabor sea más salado) es necesario extraer la leches con un sacaleches para evitar que se forme un abceso. De esta manera se el cuerpo continuará produciendo leche y el sabor salado desaparecerá.
– Abceso mamario:
Cuando la mastitis no se trata adecuadamente puede producirse un acúmulo de pus, es decir, un abceso. El tratamiento consiste, además de tomar de antibiótico, en pinchar y sacar la pus del pecho. Habitualmente se aspira con una jeringa, pero a veces es necesario realizar un corte un poco más grande y dejar un tubito de goma que drene la pus. A pesar de todo el bebé puede seguir mamando de ambos pechos si el drenaje está lo bastante lejos del pezón. En caso de no ser así es necesario extraer la leche con sacaleches y una vez se cure el abceso volver a dar el pecho.
Si te encuentras en una de las situaciones descritas y tienes dificultades en la lactancia acude a tu médico o comadrona para que te indique el tratamiento más apropiado para ti.
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